Inversión millonaria, resultados nulos: el tránsito en San Isidro, cada vez más insoportable
Para quienes equilibran trabajo, hijos y compromisos diarios, la congestión vehicular no es un tema menor. En 2025, el tránsito en San Isidro sigue colapsado, a pesar de la tecnología implementada
Quienes están entre los 30 y los 40 años no tienen margen para perder tiempo. Cada hora cuenta: llevar a los chicos al jardín, entrar a horario al trabajo, cumplir con entregas, ir a un turno médico. Y sin embargo, en San Isidro, el tránsito se ha transformado en un nuevo enemigo cotidiano. A pesar de haber anunciado con bombos y platillos un sistema inteligente de semáforos —que según el Gobierno de San Isidro en 2024 alcanza a más del 80% de los 213 cruces semaforizados del distrito—, los resultados brillan por su ausencia. Las sincronizaciones fallan, los cuellos de botella se repiten incluso fuera de hora pico, y la paciencia de los conductores está agotada. Los cruces ferroviarios del Ramal Tigre estuvieron cerrados dos semanas sin explicación alguna. El Municipio colocó fajas de clausura que fueron arrancadas a diario por vecinos que cruzaban ilegalmente sin control alguno. Clarín reveló la trama detrás de una de las primeras decisiones de la actual gestión al suspender “provisoriamente” el sistema de fotomultas. Aunque se justificó como una revisión legal, la realidad es que esconde una interna “política y electoral”. Además, desde entonces se vive un descontrol creciente. La falta de sanción efectiva llevó a una relajación del cumplimiento de normas, lo que derivó en más caos y menos previsibilidad. “En Martínez volvieron las picadas”, dijo Clara de 39 años. Vecinos de Boulogne, Beccar y Acassuso relatan lo mismo: semáforos que no responden al flujo real de tránsito, demoras absurdas, aumento del consumo de combustible y una sensación de abandono. “No se entiende cómo con tanta tecnología se puede generar tanto desorden”, expresó un conductor en Av. Márquez. Algunos alegan la falta de conocimiento del territorio que demuestran algunos nuevos funcionarios, provenientes de otros municipios. Lo grave es que esto no es solo molesto: es un desgaste innecesario que se suma a jornadas ya saturadas de quienes están construyendo su futuro, sosteniendo familias, o intentando crecer profesionalmente. El tránsito debería ser un puente, no un obstáculo. Y mientras los embotellamientos se agravan, el municipio no presenta métricas claras, ni reportes públicos sobre el desempeño de su sistema tecnológico. La modernización anunciada no llega a la calle, y lo que debía ser una solución terminó siendo otra carga más para una generación que ya tiene demasiadas.
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