Villa Adelina, el barrio invisible: sin cultura, sin Estado, sin comunidad
La vida cultural y comunitaria de Villa Adelina fue desmantelada sin previo aviso. Ferias, talleres y espacios vecinales desaparecieron, dejando desánimo. Vecinos denuncian que la gestión de Ramón Lanús borró al barrio del mapa.
Quienes viven en Villa Adelina sienten, cada vez con más fuerza, que el barrio ha quedado fuera del radar del Municipio. Donde antes había movimiento, hoy hay silencio. Donde antes se organizaban ferias, clases gratuitas, operativos médicos y propuestas culturales, hoy reina la ausencia. “Ya no hay nada. Si querés hacer algo, tenés que irte a Martínez o a San Isidro”, resume una vecina con resignación. La Casa de la Cultura del Golf, punto histórico de actividades artísticas y recreativas para grandes y chicos, reducida casi al mínimo su oferta. La frase “ya no hay actividades como antes” se repite con nostalgia entre quienes recuerdan una agenda viva, accesible y abierta. Lo que era una referencia barrial, hoy parece un espacio cerrado por dentro. Uno de los golpes más duros para la comunidad fue la desaparición del programa San Isidro Cerca. Muchos vecinos recuerdan que allí se podían hacer trámites, controles de salud, vacunarse, castrar mascotas o simplemente recibir información sin necesidad de viajar. “Te tomaban la presión, te hacías análisis, te resolvían cosas. Ahora no sabés ni a quién llamar”, cuenta un jubilado. La falta de cultura es también falta de presencia del Estado. Las ferias de emprendedores, las muestras itinerantes, los eventos culturales que solían recorrer las plazas de San Isidro ya no pasan por Villa Adelina. Como si el barrio hubiese sido borrado del mapa institucional. “Antes sabías que en alguna plaza había algo. Ahora no pasa nada”, dicen desde los grupos vecinales. El impacto sobre los adultos mayores es particularmente fuerte. Puerto Libre, símbolo de inclusión y participación para este sector, hoy aparece como un lugar distante e inaccesible. “Si no tenés auto y no te pueden llevar, no vas”, explican. Los cupos se redujeron, la calidad de las actividades bajó, y las viandas —antes un orgullo del lugar— son ahora motivo de quejas. A este cuadro se suma el estado general del espacio público, que refuerza el malestar: plazas sin mantenimiento, calles descuidadas, ausencia de propuestas. Todo eso deriva en una sensación más profunda: desánimo y aislamiento. Villa Adelina, que supo tener una vida comunitaria activa, hoy vive desconectada de la agenda municipal, sin cultura, sin presencia del Estado, sin estímulo para el encuentro social. El resultado es más que la falta de actividades: es una pérdida de sentido de pertenencia. Villa Adelina no solo quedó fuera de la planificación, sino que fue simbólicamente excluida. Y eso duele. Duele porque los vecinos lo ven, lo viven y lo sienten. No es solo que no pasa nada: es que el Municipio decidió que acá no pase nada.
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