Martínez bajo amenaza: intento de secuestro, robos reiterados y un Estado que no responde

En el centro de Martínez, una joven sufrió un intento de secuestro a plena luz del día. En la misma cuadra hubo tres robos en pocas semanas. Vecinos alertan por la creciente inseguridad y denuncian inacción municipal y sensación de abandono.
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 La inseguridad en San Isidro ya no distingue barrios ni horarios. Y Martínez, uno de los centros urbanos más activos del distrito, se ha convertido en un nuevo foco de preocupación. Los hechos son cada vez más violentos y visibles, pero la respuesta oficial sigue siendo tan débil como confusa.

Uno de los episodios más alarmantes ocurrió en la esquina de Albarellos y Sarmiento, en pleno centro comercial de Martínez, donde una joven empleada del local Gardening Time fue abordada por dos delincuentes encapuchados que intentaron secuestrarla en plena calle, a la luz del día. La joven logró escapar por sus propios medios, sin asistencia policial inmediata. El hecho sacudió al vecindario y dejó en evidencia la falta total de patrullaje preventivo en zonas de altísima circulación.

A pocos metros, en la calle Prilidiano Pueyrredón al 600, los vecinos viven su propio calvario: en menos de un mes, tres viviendas de la misma cuadra fueron robadas. Los frentistas decidieron denunciar públicamente lo que llaman “una zona liberada”, indignados por la ausencia de respuesta municipal y el silencio policial ante los reiterados llamados.

Estos casos no son aislados. Reflejan una tendencia alarmante que atraviesa todo el municipio: aumento sostenido de entraderas violentas, robos a plena luz del día, y asaltos a comercios y transeúntes, incluso en sectores céntricos como el de Martínez. La utilización de inhibidores de alarmas para robar vehículos en la vía pública también crece en zonas de alto tránsito.

Mientras tanto, los patrullajes municipales se limitan a móviles con inspectores desarmados, sin capacidad de intervención real ante un delito. Estos agentes solo pueden llamar a la policía, lo que multiplica los tiempos de respuesta ante situaciones urgentes. El programa de “Caminantes”, que ubica inspectores en zonas comerciales, es duramente criticado por su escasa formación, nula capacidad operativa y rol puramente disuasivo.

Desde las fuerzas de seguridad, fuentes policiales apuntan a un problema estructural más profundo: los bajos salarios que San Isidro ofrece en comparación con municipios vecinos como Vicente López. Esto provoca una fuga sistemática de agentes hacia distritos donde se les reconoce su labor con mejores condiciones.

En este contexto, el programa “Ojos en Alerta” despierta más enojo que confianza. Lejos de resolver la inseguridad, los vecinos sienten que se les delega la responsabilidad del control urbano, a través de reportes por WhatsApp. Muchos denuncian haber recibido luego propaganda política y mensajes institucionales no deseados, tras registrarse en la plataforma. Para gran parte de la ciudadanía, el programa no es más que una estrategia de marketing municipal, sin impacto real en la prevención del delito.

Lo que se vive hoy en Martínez es una síntesis del malestar que recorre todo San Isidro: la sensación de estar solos ante el delito, sin presencia policial efectiva, sin patrullajes sistemáticos, y con un gobierno municipal que prioriza la estética comunicacional por sobre la seguridad tangible.

El miedo ya no se disimula: vecinos que miran diez veces antes de bajar del auto, comerciantes que atienden con llave puesta y cámaras activas, familias que analizan mudarse del barrio. Mientras tanto, los hechos siguen ocurriendo. Y el silencio de quienes gobiernan empieza a parecer complicidad.
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